domingo, 26 de agosto de 2012

El trabajo en el basurero de Río de Janeiro, uno de los más grandes de Sudamérica


El vertedero, que tiene el bucólico nombre de Jardín Gramacho, ocupa una enorme explanada en el municipio de Duque de Caxias, en el extrarradio de Río, y se encuentra pegado a la Bahía de Guanabara, un paraje ecológico inigualable que contrasta con las montañas de basura que todos los días son depositadas en el lugar por decenas de camiones.
Inaugurado en 1976, durante el régimen militar que gobernó Brasil de 1964 a 1985, este basurero ha provocado un alto impacto ambiental por la descomposición de los desperdicios que generan gas metano, uno de los responsables del calentamiento global.
Una gran cantidad de los residuos generados en Río de Janeiro y varios municipios vecinos termina aquí y atrae a infinidad de moscas y buitres.



Antes, un 70% de la basura de Río de Janeiro llegaba al Gramacho pero desde que en 2011 se abrió el Centro de Tratamiento de Residuos de Seropédica, a 75 kilómetros de la antigua capital brasileña, la cantidad se ha ido reduciendo.
Hasta su cierre el pasado junio, unas 2 mil toneladas de basura eran arrojadas en este vertedero cada día, es decir una cuarta parte de lo que recibía unos años atrás, según la Alcaldía.
De la recolección y posterior venta de metales, cartón, latas, plástico o papel viven los "catadores", como son conocidos en Brasil los recolectores que pasan el día entre pilas enormes de basura, y sus familias.
El trasiego de camiones cargados de residuos no para en las 24 horas del día, mientras los recolectores tienen turnos de día y de noche y los buitres no dejan de sobrevolar la zona en ningún momento.
Un trabajador explicó que por un kilogramo de cobre, el material más buscado, pueden obtener hasta nueve reales (unos $4.7), dos reales por uno de aluminio y tan solo un real por cada kilogramo de plástico que se afana en poner en las grandes bolsas de lona que lleva consigo.
Celso Melquits, que trabaja en el Gramacho desde hace 18 años, cuenta que hubo un tiempo en el que podía ganar más dinero que un maestro de escuela y no los cien reales (unos $50) por día que consigue ahora.
"Si te movías bien podías sacar hasta 150 reales por día (unos $80), ahora no alcanza más que para el alquiler, un café y una empanada", dijo Melquits.
A sólo unos pasos, Elaine, de 24 años, usa un sombrero y guantes de plástico para que no se le ensucie el cabello ni se le estropee la pintura de las uñas.
La chica está terminando sus estudios y pretende continuar hasta ser peluquera, pero mientras tanto trabaja en el basurero para mantenerse.
Una mujer, llamada Angélica, asegura que quiere ganarse la vida dignamente y por eso viene aquí cada día desde 1994. "No quiero tener que pedir ni robar, no tengo estudios y ésta es mi única fuente de vida", explica.
Muchas ciudades en países de todo el mundo recurren a esta "solución" para eliminar los residuos generados de una forma más barata a corto plazo, pero que no tiene en cuenta el tremendo daño que hace al medio ambiente. Y el gran coste económico y de todo tipo que conlleva desmantelar este tipo de instalaciones.