domingo, 9 de marzo de 2014

Niñas indígenas paraguayas y el desafío de llegar a la educación secundaria

 
General Resquín (Paraguay).- Dos niñas de una remota comunidad indígena en Paraguay se convierten en las primeras mujeres de su grupo en acceder a la educación secundaria y logran salir a estudiar a unos 150 kilómetros de su hogar, gracias a un proyecto de una ONG dedicada a promover los derechos de la infancia.

Alicia y su prima Roselda tienen 13 años. Si fueran blancas y vivieran en Asunción, la capital del país, el hecho de que lleguen a la educación secundaria no sería noticia.

Pero continuar estudiando en la adolescencia siendo niña e indígena en un entorno rural las convierte en auténticas heroínas.

La comunidad Tapyiku se compone de varias familias nativas que viven en pequeñas casitas de madera, donde la luz eléctrica, el baño o el suelo de baldosas son un lujo exótico y la producción agraria apenas alcanza para alimentarse.

Esquivar el embarazo prematuro, el machismo imperante en su sociedad y en el país en general, las enfermedades relacionadas con la falta de alimento y la pobreza que afecta al 32 por ciento del país, según las Naciones Unidas, no es una tarea fácil.

El 76 por ciento de los aproximadamente 116.000 nativos del territorio de Paraguay están en situación de pobreza extrema, según el Instituto Nacional del Indígena (INDI).

Lo que se traduce en una desnutrición crónica, en enfermedades parasitarias o abortos espontáneos, dijo la enfermera del puesto de Salud del municipio, Adela Ávalos, que periódicamente atiende a la comunidad.

A pesar de las dramáticas estadísticas que describen la situación de los indígenas de Paraguay, las ganas de Roselda y Alicia por continuar estudiando matemáticas y convertirse algún día en maestras lograron revolucionar a esta pequeña comunidad de nativos Avá guaraní, situada en el departamento de San Pedro.


Con el apoyo y supervisión de la ONG Plan Internacional, dedicada a la lucha por los derechos de la infancia, las niñas lograron el permiso del consejo de ancianos y del cacique del grupo para viajar a unos 200 kilómetros e internar en una escuela agrícola ecológica.


Para la comunidad supone también un gran desafío y una enorme responsabilidad permitir a las chicas salir de su entorno de caminos de tierra roja y precarios cultivos de mandioca y maíz. Tienen miedo, explicó Marcelino Prieto, director regional de Plan Paraguay en San Pedro.


Saben que son un ejemplo para el resto de niños y niñas, que solo desde hace algunos meses disponen de una pequeña escuela de educación primaria, construida y equipada por la ONG.

Pero también creen que fuera son carne de cañón para las redes de trata de personas que actúan en el país, a lo que suman la mitificación de la violencia en las ciudades y la discriminación que sufren por buena parte de la sociedad.

Para la directora y maestra de la escuela local, Blácida Quiñones, el ejemplo de estas dos niñas es muy importante para el resto.

"Esto es muy pequeño. Todos saben ya que ellas vencieron el miedo y las quieren imitar", dijo Quiñones.

"En los primeros tiempos no se animaban. Primero se fue Alicia y después conseguimos animar a la otra", añadió.


Alicia y Roselda ya han pasado un curso fuera de su hogar y han vuelto a casa para contarlo y mostrar sus excelentes calificaciones.

Roselda apenas logra controlar su timidez para enseñar su cuaderno de notas, que demuestra que el español ya no es ningún desafío para ella ya que su calificación constata que lo habla y escribe tan bien como el resto de sus compañeros que no se manejan en el idioma guaraní.

También destaca en sus amadas matemáticas y en el resto de asignaturas, lo que para su orgullosa maestra demuestra que ellas son tan inteligentes como cualquier otro niño.

"Ahora se sienten a gusto, se sienten bien, se apoyan la una a la otra. Su futuro debe ser la universidad", sentenció.

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